19 junio 2013

Plausible explicación del movimiento propio de las piedras del Valle de la Muerte.


Racetrack Playa, en el Valle de la Muerte, es una larga extensión de lodos en California [EEUU] y un paisaje extraño. Es un lago seco, rodeado de montañas,  largo y plano como si fuera una lamina de agua que en verano presenta su superficie agrietada hasta parecer la piel de un elefante. Lo realmente extraño del lugar son unas piedras esparcidas por doquier que van del tamaño de un guijarro al de un ser humano y lo asombroso de estas rocas es que dejan un rastro de movimiento como si hubieran reptado por el suelo. Algunas de las pistas que dejan son rectas y solo tienen unos metros de largo, pero otras tienen extensiones que alcanzarían los 100 metros, se curvan o se cruzan entre sí.

El misterio se ve agrandado porque nunca nadie ha visto cómo se mueven las rocas. Las explicaciones populares van desde el magnetismo a poderosos campos de energía o absurdas intervenciones alienígenas [Hay quien ha robado piedras para ver si se mueven en otros lugares], pero la ciencia pretende encontrar su propia respuesta.

La revista del Smithsonian ha recopilado lo que se sabe sobre este misterio.

En 1948, dos geólogos del USGS, McAllister y Allen Agnew, propusieron que son remolinos de polvo los que provocan el extraño movimiento, tal vez en combinación con una inundación intermitente de la playa. En 1952, otro geólogo probó esta hipótesis con un experimento de campo, pero los resultados no fueron concluyentes.

En las décadas siguientes, los científicos apuntaron al hielo, que se forma en la planicie durante el invierno. Durante la década de 1970, geólogos del CalTech y la Universidad de California UCLA siguieron los movimientos de 30 piedras, a las que incluso pusieron nombres. Plantaron estacas de madera alrededor de las piedras, con la idea de que si las capas de hielo eran las responsables, el hielo congelaría las estacas, inmovilizando así las piedras. Pero algunas piedras siguieron paseándose y a pesar de las frecuentes visitas nunca vieron un solo movimiento.

John Reid, profesor de la Universidad Hampshire, llevó a grupos de estudiantes a la playa cada año desde 1987 hasta 1994 para estudiar las piedras. Debido a que muchos rastros eran paralelos, estaba convencido de que las rocas estaban encerradas juntas en grandes capas de hielo que eran sopladas por fuertes vientos.

Pero Paula Messina, geóloga de la universidad San Jose State, utilizó un GPS para crear un mapa digital de los rastros y descubrió que la mayoría no iban en paralelo. Además, los modelos basados en el viento fueron puestos en duda cuando los investigadores trataron de calcular la velocidad del viento necesaria para mover las capas de hielo.



La solución, en un tupperware

Ralph Lorenz, científico planetario de la Universidad de Johns Hopkins, creó en 2006 una red de estaciones meteorológicas en miniatura en el Valle de la Muerte como parte de un proyecto con la NASA sobre las condiciones climáticas de Marte. Entonces descubrió las piedras reptantes. "Yo estaba intrigado, como todo el mundo, así que utilizamos los instrumentos que teníamos para tratar de conocer cuáles eran las condiciones reales de la playa", explica Lorenz a la revista del Smithsonian.

A medida que el equipo de investigación estudiaba los patrones climáticos en el Valle de la Muerte, también buscaron casos similares en otros entornos y descubrieron que el hielo ayudó a poner a flote rocas en las playas árticas, creando barricadas a lo largo de la costa. Los científicos comenzaron a poner esta idea a prueba en el valle.

Lorenz probó su teoría en la cocina de su casa. "Tomé una pequeña piedra y la puse en un Tupperware. Lo llené de agua de forma que la roca sobresaliera un poco. Lo puse en el congelador y obtuve un bloque de hielo con una roca que sobresalía", explica que volcó la roca helada flotando en una bandeja de agua con arena en la parte inferior. Soplando sobre el hielo se dio cuenta que podía enviar la roca deslizándose por la bandeja, dejando a su paso un rastro en la arena mientras se movía empujada por sus soplidos. Después de décadas de cálculos teóricos de innumerables científicos, parece que la respuesta está en un tupper.

Lorenz y su equipo presentaron su nuevo modelo en 2011. "Básicamente, un bloque de hielo se forma alrededor de la roca, y el nivel de líquido cambia de forma que la roca queda flotando en el barro", explica. "Es una pequeña capa de hielo flotante que pasa a tener una quilla hacia abajo que puede cavar un sendero en el barro blando". Los cálculos muestran que en este escenario el hielo no produce ninguna fricción en el agua, por lo que las piedras son capaces de deslizarse con solo una ligera brisa.

El equipo sostiene que su modelo explica el movimiento mucho mejor que cualquier otro, ya que no requiere de vientos rapidísimos o enormes capas de hielo.

Esta hipótesis científica, si se demuestra experimentalmente, además de aportarnos la posibilidad de conocer la existencia de un genio [Ralph Lorenz] de las ciencias planetarias, no resta un un ápice de encanto al misterio de las rocas reptantes, uno de los enigmas naturales más intrigantes del planeta.


Durante la Segunda Guerra Mundial y alentada por la notoria flotabilidad del hielo puro, Inglaterra experimentó para desarrollar la fabricación de gigantescos portaviones de hielo.
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